El sendero se abre como un susurro en medio del bosque,

una vereda donde la luz del sol se desgrana en fragmentos dorados.

Los árboles, guardianes antiguos de troncos esbeltos y raíces profundas,

se inclinan como si quisieran escuchar el paso del viajero,

ese caminante que se interna en lo desconocido.

Murmullo de hojas, crujido leve de ramas.

Caminar aquí es perderse en un instante eterno,

donde cada paso resuena como verso

y cada rayo de sol se convierte en palabra.